Es curioso, y no sé si os ha pasado a vosotros, pero durante este tiempo de poca-normalidad y confinamiento y a pesar de parecer que teníamos todo el tiempo del mundo para hacer todo aquello que nunca te da tiempo a hacer, el reloj ha pasado demasiado rápido y el día a día nos ha devorado…
Pero a pesar de esto, una cosa es cierta, este tiempo, además de trabajar e intentar avanzar en todo lo que se nos ha permitido, nos ha ofrecido la posibilidad de volver a “reencontrarnos”.
Hemos podido volver a nuestra esencia, a nuestras familias, a nuestros amigos, sin estar con ellos, pero permaneciendo a su lado. Hemos retomado contacto que hacía mucho tiempo que no sabíamos nada de ellos, nos hemos preocupado y ocupado más y mejor de todas las personas que están a nuestro alrededor. Hemos valorado cada gesto, cada llamada, cada palabra y cada risa, como un gran regalo: y hemos enviado miles de besos y abrazos virtuales, que poco a poco se irán convirtiendo en cercanos y reales.
Hemos dicho muchas más veces “te quiero”, hemos recordado y ejercido nuestro deber de “escuchar”, hemos compartido imágenes, videos, y miles de recuerdos. Hemos añorado lo pequeño, lo de siempre, lo cercano, la libertad, la vida, la normalidad. Hemos redescubierto que la vida está hecha de pequeñas cosas, que lo maravilloso está a nuestro lado, en nosotros y en aquello a los que queremos, y que nada, nada, tiene sentido si no podemos sentir, con los cinco sentidos, todo aquello que nos rodea.